lunes, 12 de septiembre de 2011

See you

Para mi Washintong DC se reducía a la Casa Blanca y más concretamente a este actor, de quien puedo decir sin temor a equivocarme y sin ánimo de ofender que ha sido la única compañía masculina digna de mención en mi vida en los últimos años, aunque solo sea por una cuestión de permanencia. Siete temporadas de la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca ('Alitas' para familia y amigas) dan para mucho, tanto que he acabado queriendo incorporar sus personajes a mi realidad, si me permitís la licencia mitómana. Ya sé que a los 35 años esto es una auténtica ridiculez pero no reconocerlo sería mentir por omisión, lo que a estas alturas es todavía más ridículo que enamorarse de un personaje de ficción (con muchos defectos, por cierto).

Declaraciones de amor aparte, cuando llegué al 1600 de la Avenida Pennsylvania, a pesar de la apariencia tranquila de esa casa rodeada por un apacible jardín, casi podía escuchar las conversaciones aceleradas por los pasillos y los teléfonos echando humo con Libia y el huracán Irene.



Si NYC es la capital del mundo, en DC la política lo invade todo. Edificios institucionales flanquean anchas avenidas  donde se mezcla el ambiente estudiantil con el político y el funcionarial, todo ello rodeado de zonas residenciales con aires sureños y turistas, of course.

Hice el tour por el Capitolio. Comienza con un vídeo donde queda clara la esencia patriótica, casi siempre exagerada, seña de identidad y parte del secreto de su éxito. (A ver si antes de que se disuelva el Parlamento me acerco a Congreso de los Diputados a ver cómo nos 'vendemos' nosotros). Y ahora que menciono Las Cortes, aquí os dejo esta foto de un león dormido y por lo tanto nada fiero, cuyo signficado desconozco, y otras instantáneas más clásicas de la ciudad.

















De noche, esta ciudad seria y tranquila cede sus especios a la gente joven, dividida entre quienes se toman unas croquetas de imitación en un bullicioso y animado local; una copa en la terraza de un hotel de lo más mono; unas cervezas acompañadas de mejillones y patatas fritas en un bar lleno de cosas viejas pero orgullosas de serlo; o una copa en un pub al más puro estilo universitario.
















Gracias a un excelente anfitrión no nos perdimos ninguno de esos ambientes, charlamos mucho y nos reímos más, bebimos, hablamos de política y saltamos unas cuantas fronteras...cantamos y hasta llamamos a la policía. (y no por este centro de belleza para bebés, aunque a la vista de las fotos debería estar prohibido). En fin, quién da más!





He tardado mucho tiempo en cumplir con este post que tenía pendiente, así que no me voy a comprometer a escribir más. Y no por falta de ganas ni porque NY no esté presente en mi vida, que lo está y mucho, sino porque a estas horas, desde el despacho y con tanta interrupción, ya no lo escribo con una sonrisa en los labios.

Thanks



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